"Dicen que quien se ahoga se agarra hasta de una brizna de paja."
Crimen y castigo - Fiódor Dostoyevski.
Desahogarse
Envuelto en la oscuridad de pensamientos absurdos.
Confío por fin que he de ser yo quien tenga la última palabra,
estoy decidido ha rebelarme de la única forma que sé.
Nunca mis pasos fueron tan firmes, nunca el pasto con tal fuerza pisé.
Que el río mitigue mis penas y me devuelva la libertad, que es mi derecho.
Que se ahogue mi cuerpo, después de todo, mi espíritu ya esta muerto.
Estos grillos que cantan, serán los únicos testigos de lo que será el fin de mi existencia.
La luna iluminará la última escena de mi vida, de la cual por fin seré director y protagonista.
¡Que larga se ha sentido la caminata por esta vereda!
Sé que no es momento de dudas, pero qué serena se está tornando la vista.
De pronto entre la quietud se escucha ruido allá en los arbustos,
es el movimiento de un alma que ronda esta noche también por los matorrales.
Detendré mi andar no vaya ser que se frustren mis planes.
Se oyen sus pasos más decididos y más aprisa que los míos.
Además se escuchan sollozos, todo esto me produce escalofríos.
Se abre camino entre la flora sin advertir que le he visto.
Largos cabellos, delicado perfil, es una mujer no hay duda.
¿Que hará sola en esta noche semejante criatura?
En silencio le seguiré y le ofreceré mi abrigo,
no quisiera asustarle, y resguardarme, yo ya no lo necesito.
Curioso, tal parece que nos dirigíamos al mismo destino.
Hemos llegado al puente en el que antes me ví.
Ella ha ocupado el lugar que tenía planeado fuera para mí.
Tira al suelo su vestido, encorbada entre llantos y gemidos
se envuelve entre sus propios brazos para hallar consuelo.
Yo casi mudo, no puedo creer lo que veo.
Que desperdicio, que disuelva el agua una juventud como la suya.
Así decido romper el silencio, ¡Alto!, no se arroje al río.
Ella se vuelve a mi, y cesa sus lagrimas.
Por unos segundos contemplamos nuestras miradas.
Sin emitir sonidos, nos dimos una bienvendia y un adiós.
Ambos más tranquilos, dimos marcha atrás a nuestras intenciones,
ella lanza su cuerpo a nadar al río, sin terminar en desdicha;
estaba por irse la noche, la observo unos instantes, a la luz del alba
antes de retomar bajo el sol del nuevo día, el sendero de vuelta a casa.
Por Eloísa.
Nota mental 1000 8000 000011:
Hay personas que sólo aparecen para salvarte la vida.
Hay veces sólo es necesaria una mirada comprensiva
para no arrojarse a la deriva.
Desahogarse
Envuelto en la oscuridad de pensamientos absurdos.
Confío por fin que he de ser yo quien tenga la última palabra,
estoy decidido ha rebelarme de la única forma que sé.
Nunca mis pasos fueron tan firmes, nunca el pasto con tal fuerza pisé.
Que el río mitigue mis penas y me devuelva la libertad, que es mi derecho.
Que se ahogue mi cuerpo, después de todo, mi espíritu ya esta muerto.
Estos grillos que cantan, serán los únicos testigos de lo que será el fin de mi existencia.
La luna iluminará la última escena de mi vida, de la cual por fin seré director y protagonista.
¡Que larga se ha sentido la caminata por esta vereda!
Sé que no es momento de dudas, pero qué serena se está tornando la vista.
De pronto entre la quietud se escucha ruido allá en los arbustos,
es el movimiento de un alma que ronda esta noche también por los matorrales.
Detendré mi andar no vaya ser que se frustren mis planes.
Se oyen sus pasos más decididos y más aprisa que los míos.
Además se escuchan sollozos, todo esto me produce escalofríos.
Se abre camino entre la flora sin advertir que le he visto.
Largos cabellos, delicado perfil, es una mujer no hay duda.
¿Que hará sola en esta noche semejante criatura?
En silencio le seguiré y le ofreceré mi abrigo,
no quisiera asustarle, y resguardarme, yo ya no lo necesito.
Curioso, tal parece que nos dirigíamos al mismo destino.
Hemos llegado al puente en el que antes me ví.
Ella ha ocupado el lugar que tenía planeado fuera para mí.
Tira al suelo su vestido, encorbada entre llantos y gemidos
se envuelve entre sus propios brazos para hallar consuelo.
Yo casi mudo, no puedo creer lo que veo.
Que desperdicio, que disuelva el agua una juventud como la suya.
Así decido romper el silencio, ¡Alto!, no se arroje al río.
Ella se vuelve a mi, y cesa sus lagrimas.
Por unos segundos contemplamos nuestras miradas.
Sin emitir sonidos, nos dimos una bienvendia y un adiós.
Ambos más tranquilos, dimos marcha atrás a nuestras intenciones,
ella lanza su cuerpo a nadar al río, sin terminar en desdicha;
estaba por irse la noche, la observo unos instantes, a la luz del alba
antes de retomar bajo el sol del nuevo día, el sendero de vuelta a casa.
Por Eloísa.
Nota mental 1000 8000 000011:
Hay veces sólo es necesaria una mirada comprensiva
para no arrojarse a la deriva.
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