Una tarde cuando el sol se deslizaba hacía el ocaso, el conejo, harto de hablar solo consigo mismo, observó que no estaba sólo, una sombra lo había acompañado siempre, sin esperar mucho de aquella imagen que se configuraba acorde a sus movimientos, se sentó sobre la roca y habló con ella:
- Bueno ya he escuchado mucho de sorpresas, he seguido a todos menos a ti. ¿Dónde estarán las sorpresas para nosotros? Temo que nunca las veré. Sin ambicionar una respuesta, el conejo puso su mirada fija en la sombra; casi a punto de que éste cayera dormido, sin emitir sonidos, la sombra respondió:
- Del otro lado de la colina hay más mundo y aún tienes días, quizá sólo debamos ir más lejos.
- Se ve muy lejos. Parece una tarea complicada ir hasta allá y, ¿si voy y no encuentro nada?; estoy cansado, sin fuerzas y tengo miedo de gastar las pocas que tengo. - Pensó el conejo; y la sombra que sabía leer sus pensamientos de tal forma que no eran necesarias las palabras entre los dos; le dijo:
- ¿Y que harás con lo poco que te queda?
El conejo levantó los hombros con desgano señalando un no sé. La sombra continúo con su argumento:
- ¿No estas ya sufriendo ahora, aquí, sin mover un sólo dedo?, llévate la apatía contigo si quieres, pero no dejes de buscar. Ningún día es igual a otro. El mañana existe, aún no ha sido escrito, se escribe de esperanzas y las esperanzas deben soñarse hoy.
Así después de escuchar todo, el conejo se levantó de la roca, y sintió, que de alguna forma ya había sido una grata sorpresa para él, que la sombra le hubiese respondido de aquella manera.
Nota mental 1000 8000 000010: Siempre habrá mucho del mundo por conocer, como para no cruzarse de brazos afirmarmando que todo es desagradable.
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