No todo lo que leo capta mi atención, mientras algunas palabras se difuminan entre las demás, otras resaltan como si estuvieran en formato: subrayado, itálico y negritas. Lo peculiar en esta lectura fue que la oración me pareció absurda. Quizás en otra ocasión, simplemente, hubiera dado vuelta a la página diciendo para mis adentros – ¡Basuraaaa! –. Pero no me fue posible, en su lugar, las palabras se engancharon a una parte de mi memoria donde se encontraba almacenada una idea muy similar, que en algún momento también me pareció absurda. La idea yacía descansando en mi mente en forma de pregunta esperando ser resuelta: ¿Cómo es posible que sienta dolor y vacío por algo que nunca ha existido?
Recuerdo esa mañana en la que lloraba bajo el chorro de agua caliente de la regadera, con la sensación muy fuerte de que algo me hacía falta, era real el dolor, de eso no tenía duda, pero no podía entender qué es lo que había perdido, y si objetivamente no había perdido nada ¿por qué sufría? Mi presente no era muy diferente a días pasados, sin embargo, ahora percibía un vacío que antes no. En mi imaginación traté de abstraerlo de la siguiente manera:
¿Por qué de pronto lo único que veo es el segmento que falta?, ¿por qué se siente la falta algo que nunca estuvo ahí? Hay una distancia para nada despreciable entre el sentir y el pensar, concluí aquella vez para poder dejar el tema atrás.
Se presenta de nuevo la oportunidad de reflexionar el asunto. Leer la expresión del sentimiento en palabras de alguien más, me hizo pensar en el asunto ya no como un disparate resultado del un mal funcionamiento mental mío. Y una tarde me dí cuenta que estaba planteándome la idea desde una perpectiva con la que no llegaría a nada, enfocándome sólo las palabras, olvidándome del sufriente. La mente hace proyecciones sobre lo que según sus experiencias debe suceder, y entonces da por hecho cosas, eventos, que existirán en el futuro por consecuencia lógica de lo que vive en el presente y ha vivido en el pasado de esta forma puede centrar su esfuerzo en atender otras necesidades; y de repente una de esas cosas en las que ya no se enfoca la atención, porque se consideran un hecho, no suceden; es como una puñalada por la espalda pues la pérdida (de eso que ya existía en la mente) no se veía venir; y es así como se extraña y se llora lo que nunca se tuvo. La verdad es que me había proyectado de forma diferente y el tiempo de cumplirlo no llegó con lo que esperaba.
La cura, no la sé, ni siquiera estoy convencida que haya necesidad de ella, la ventaja es que ahora estoy más convencida que las respuestas que busco no las encontraré buscando con terquedad en lo que está fuera de mí.
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