Ir al contenido principal

Curarse (Parte 1/6)

"Sólo aquello que uno ya es tiene poder curativo."

Las relaciones entre el yo y el inconsciente - Carl Gustav Jung.


CAMINO AL SUBTERRÁNEO


PARTE I: DESORDEN


- Voy a marcarle, le pediré una disculpa por haberle hablado así -, es el primer pensamiento que tengo al despertar. -¡Ahh qué terrible dolor de cabeza! -, es mejor esperar a que se me pase, sí, así podré pensar bien lo que diré, necesito que las palabras sean perfectas, no quiero arruinar todo, no más de lo que ya está. Aún sobre la cama, me giro sobre un costado, las sábanas están frescas, a temperatura exacta, no siento ni frío, ni calor, se sienten tan bien al tacto, una especial suavidad percibo en ellas hoy, no quisiera estar en ningún otro lugar, ante este bendito placer no soy capaz de levantarme, no creo que sea posible, al menos no ahora como va marchando mi vida; es imposible que encuentre un gozo mayor a este, y sobre todo, que requiera de tan poco esfuerzo; en realidad, ese nulo esfuerzo es su mayor encanto. He de quedarme aquí entre sábanas hasta que les haya exprimido la última gota del placer que puedan darme.


Un sobresalto, tira de mí, me quedé dormido y he vuelto a despertar; levanto la cabeza hundida en la almohada húmeda, prueba de haber estado durante el sueño con la boca abierta, limpio con la mano la baba que tengo en la mejilla mientras doy un sorbo a la que está por salir de la boca; miro el reloj y son las 2 de la tarde, ha pasado casi hora y media desde la última vez que desperté. Como lamento haber despertado, y maldigo la emoción ansiosa que me ha quedado del sobresalto, me pregunto porqué mi cuerpo me ha traicionado de esta manera, escucho entonces el timbre del departamento, - ¡oh demonios! He ahí el culpable -, me digo al mismo tiempo que aviento con brusquedad la parte del torso que tenía levantado de nuevo a la cama. Un maldito vendedor, o algún vecino que ha venido a preguntar alguna estupidez -; estoy en pijama, no me he bañado desde ayer por la mañana, tengo la cara hinchada pues lo único que he hecho esta semana ha sido beber y dormir, no puedo lidiar con nada ahora. - No abriré, esperaré a que se vaya - , jalo la almohada que está a mi derecha y la coloco sobre mi cara para minimizar el volumen de los timbrazos que han empezado a sonar con mayor insistencia.




Cruza por mi mente la idea de que podría ser ella, de pronto me falta aire, - oh dios, y yo con esta pinta de asco -, no puedo evitar ponerme nervioso aunque reconozco que es sin razón, la probabilidad que sea ella es mínima; sería desastroso que lo fuera por mi condición actual, pero a la vez, es lo que más deseo.

Por fin me considero victorioso, han cesado de insistir en el timbre; en el fondo sé que no era ella. Retiro la almohada de mi cara y la coloco bajo la nuca, permanezco divagando posibles escenarios en los que ella aparece y todo va mejor, aunque son absurdos, recobran mi ánimo. Entonces, vibra en la cómoda el celular; no lo habría tomado para ver quien llama, de no ser porque hace apenas algunos instantes alguien tocaba a la puerta; es posible que alguien conocido ha decidido marcarme al no encontrarme en el depa. Reviso las llamadas perdidas con cierta desilusión, pues no son de quien esperaba, supongo que después de todo guardaba algo de esperanza; son de mi madre. Decido no contestar y colocar el celular en la cómoda. Vuelve a sonar y escucho su voz:

– Paco se qué estas aquí, estoy oyendo el timbre de tu celular acá afuera, ábreme hijo por favor.

Sigue insistiendo con el timbre dejándolo presionado durante más tiempo. Pienso que realmente no puede estar segura que esté en casa, pude haber olvidado el celular; entonces comienza a utilizar estas palabras, su artillería pesada:

– Estoy preocupada por ti, sólo necesito ver que estas bien.

Me levanto de la cama, la ventaja de que sea mi madre, es que le puedo recibir así tal como estoy. Apenas abro la puerta, exhala con alivio y dice:

– Que bueno que estás bien, estaba preocupada. ¿Te he despertado?

Hago muecas indicando que sí, pero que no importa, puedo ver que trae algunas bolsas con comida y productos domésticos, se las arrebato de las manos sin decir palabra y las llevo a la cocina, mientras ella me sigue, observa con detalle el desorden que hay en el departamento, parece como si estuviera en una galería de arte. Entonces imagino que soy el guía de la galería dando un tour sobre de las obras, para minimizar el sentimiento de fracaso que me invade, recorro con ella todo mentalmente.

– Aquí a nuestra derecha podemos apreciar el "Volcán de la Ropa Sucia", mientras que del lado izquierdo haciendo uso de los mismos materiales tenemos algo que se titula "Ropas Dispersas", justo delante de nosotros a nivel de piso, con un toque abstracto: "La Mancha del Refresco de Cola", es preciso por favor, rodearla con precaución; y finalmente al fondo "La Pila de Trastes Sin Lavar".

Dejo las bolsas en la meseta mientras ella continúa observando con asombro el particular estilo de mi obra; suspira y rompe el silencio:

– ¿Ya desayunaste?

Niego con la cabeza. A lo que de inmediato contesta: – Te voy a preparar algo, ¿qué quieres?

Esta vez tengo que hablar, no tengo ganas de hacerlo, así que la voz me sale ronca, desganada y en tono bajo: – Voy a desayunar cereal –. Me acerco al fregadero para lavar el bol y la cuchara que ocuparé para el cereal, debo hacerlo pues no hay un sólo traste limpio. Ella replica: – No puedes comer sólo cereal –. Hago de cuenta que no escuché nada, me sirvo el cereal y me siento en una de las sillas junto al desayunador. Ella se pone el mandil para empezar a limpiar la cocina, no quiero que lo haga, me hace sentir como si no pudiera ser capaz de hacerme cargo de mi propia vida, pero no tengo ganas de discutir, es más, ni siquiera de hablar, además puede que tenga razón, así que sigo comiendo cereal y la dejo hacer lo que quiera.




Ha pasado un rato desde que llegó, se que quiere decirme algo, pero noto que no sabe cómo hacerlo; de repente me mira y vuelve a su quehacer, vuelve a hacerlo e intenta buscar que yo también la mire, quizás esperando que sea yo quien hable primero, pero no tengo nada que decir; hasta que por fin, no puede más y lo hace:

– Estuve platicando ayer con tu tía.

La escucho fijando mi mirada en la suya para que sepa que lo hago con atención, es verdad, estoy haciendo un esfuerzo y estoy prestándole atención; ella continúa:

– Me dijo que quizás sería bueno que fueras a ver al curandero.

Frunzo el ceño, cierro un poco los ojos intentando agudizar la vista y el oido porque no puedo creer lo que acaba de decir, sin más, con un tono incrédulo digo: – ¿Qué? . Ella se pone un tanto nerviosa creo que conoce bien que soy escéptico de los curanderos y de otras tantas cosas. Vuelve a tomar la palabra y me dice ya un poco más tranquila. – Bueno, es una opción, además a tu tía la ayudo mucho, ¿recuerdas cuando no podía dormir porque la despidieron?, él la ayudó.

Yo, un tanto desesperado ante el argumento que acabo de escuchar, – ¿Él le consiguió trabajo?, ¿o cómo es con exactitud que la ayudó?

– Con exactitud no lo sé, pero ella dice que la ayudó, y mírala ahora, se le ve más contenta, más en paz, te hace falta algo de eso Paco, ve, de cualquier forma no es bueno que estés aquí encerrado todo el día, al menos saldrás, tomarás aire fresco, y ... no sé quizá te ayude de alguna forma, ellos saben cosas.

Estas últimas palabras las dijo con un matiz misterioso, creo que no sabe qué es lo que saben pero cree que: "Saben cosas".


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Vivir (Parte 1/2)

" Raskolnikof - ¿Qué tengo ante mí? Juez - ¡La vida! ¿Es acaso profeta para saber lo que le reserva? Busque y encontrará. Tal vez Dios le espera en esta ocasión. Además, no será eterno el castigo." Crimen y castigo - Fiódor Dostoyevski. Una pequeña historia Iba paseando una tortuga cuando en su camino se encontró a un conejo que lucía triste y aburrido sobre una roca, decidido a hacer una buena obra, se propuso cambiar el estado de ánimo de su vecino. - ¿Estás listo para recibir una sorpresa?. - Le dijo la tortuga al conejo, mientras éste último, entusiasmado, abrió los ojos como aquellos que quieren verlo todo. - ¡Si!. - Replicó con tono eufórico y ansioso. - Entonces, sígueme. Caminaron juntos cuesta arriba, hacía la cima de una colina, donde hallaron un escueto canal. - Hemos llegado. - Dijo la tortuga. Al conejo no le pareció nada del otro mundo aquel paisaje, y se atrevió a decirle a su compañero, con un tono un tanto desilusionado: - ¿Es

Alma inerte

"Para practicar la autoafirmación de manera congruente necesito la convicción de que mis ideas y deseos son importantes" Los seis pilares del autoestima - Nathaniel Branden La autoafirmación me permite expresar quien soy y al expresar quien soy les permito a los demás conocerme de verdad. Así me introduzco a la realidad siendo parte de la misma aportando mis ideas y deseos que quizá converjan con los de otros; seguramente no todos se realizarán y otros tantos se verán frustados, pero es preferible arriesgarse y fracasar, a tener que andar por la vida con el alma inerte.

La esencia

"¿Se imagina usted, señor, lo que es no saber a dónde ir...? Se siente la necesidad de hacer algo, de ir a alguna parte." Crimen y castigo - Fiódor Dostoyevski. A veces me cuesta mucho levantarme por la mañana, nada me mueve, me faltan motivos; pasa el tiempo y me doy cuenta que no puedo estar tanto tiempo como creía, así, inmóvil. Tengo deberes como cualquier persona, aunque me da la impresión que el espiritú no se alimenta sólo de cumplir con el deber. En un día cotidiano, como hoy, después de varios artilugios mentales, sólo consigo hacer mis actividades dividiéndolas en pasos pequeñitos, y, si dar un pasito me resulta díficil, lo vuelvo a divivir en pasos más pequeños aún, esta es una técnina que aprendí hace varios años del kaizen, para algunas cosas resulta muy útil y es que tiene fundamento, investigando di con un estudio de la motivación humana, de David C. McClelland, donde en resumen: la mente es perezosa y miedosa al momento de decidir qué hacer, entre más l