II. Baldío
Cuando pasó lo del baldío yo tenía 7 años más o menos. Después de la escuela todos los niños del vecindario jugábamos en unos lotes baldíos que se encontraban a unas cuadras de la casa. Eran los juegos de entonces: las escondidas, atrapadas, teléfono descompuesto, el avión; a veces alguno de los chicos llevaba un balón, con el que jugábamos un rato a la papa caliente, no durante mucho tiempo pues los niños siempre estaban ansiosos de llevárselo para jugar fútbol. Las niñas por otro lado cargaban con sus muñecas para peinarlas e intercambiarles los vestidos. Yo tenía un secreto: no me gustaba ninguno de los juegos, así que procuraba ser la primera en perder para irme a recostar sobre el pasto y ver las nubes correr, eso sí que me gustaba, tampoco me gustaba el futbol y nunca llevaba una muñeca.
Allí nos la pasábamos hasta que comenzaba a oscurecer, al menos a mí el atardecer me indicaba la hora de regresar a casa, de no hacerlo mis papás no volverían a dejarme salir en mucho tiempo. En el camino de vuelta por lo regular me topaba a Daren, quien cargaba un saxofón para tocar en los puestos de comida que estaban en el centro de la ciudad. A veces iba acompañado de otras personas que llevaban otros instrumentos. Yo sólo lo vi una vez tocar afuera de un café, sin embargo, oía su música desde mi casa cuando ensayaba en la suya, era extraña, no se parecía a ninguna canción que hubiese escuchado en otro lado, después aprendí que eso que tocaba se llama jazz.
Una tarde cuando el cielo ya estaba naranja a uno de los chicos se le fue el balón a un hoyo que se encontraba justo en el centro de uno de los lotes baldíos; el zacate alrededor de ese hueco se veía muy crecido, era bien sabido que de allí a veces salían alimañas: víboras, ranas, incluso ratas. Así que cualquier cosa que caía en ese lugar la dábamos por perdida. No sé por qué se me ocurrió ir a buscar a Daren para que rescatara el balón, creo que quería que fuera el héroe del día y presumir a todos que era mi amigo, sin embargo, las cosas no sucedieron como lo planeé. Fui a buscarlo, él justo iba saliendo de su casa con el sax y le pregunté si nos podía ayudar a sacar el balón que se había ido al centro del baldío, donde salían las víboras. Amablemente me acompañó sin titubear. Ahora que tengo su edad, me pregunto ¿por qué no me desalentó como lo habría hecho cualquier otro adulto? En fin, dejó su sax en el suelo y me encargó se lo cuidase, se arremangó los pantalones hasta la rodilla y comenzó a meterse entre la maleza, aún logré ver como se aferró a unos arbustos para dar un salto hacía abajo. Escuchamos el golpe seco de sus pies al caer, yo le grité - ¿Ves alguna rata?, pero el no respondió, esperé a escuchar algún movimiento entre la maleza pero no se escuchó absolutamente nada, entonces empezó a caer la noche. No se cuanto tiempo pasó, para mí fue mucho, y él no volvía. El tiempo siguió transcurriendo y olvidé por completo la regla de regresar a casa antes del anochecer. Se veían ya las estrellas en el cielo, cuando me percaté que mis papás caminaban hacía mí, entonces advertí que ya era muy tarde. Les expliqué lo que había pasado. Mi papá llamó a gritos a Daren, pero tampoco obtuvo respuesta.
Llegaron algunas personas a buscar a los otros chicos. Mi papá y otro vecino fueron por una linterna y un machete, siguieron gritando su nombre y nada. En eso, pasó una patrulla, al ver a varios vecinos reunidos e inquietos, se detuvieron a preguntar que pasaba. Mi papá les explicó lo que yo le había dicho, entonces ellos bajaron sus linternas y ayudaron a buscar. Mi papá algo enojado me tomó del brazo y me murmuró al oido: ¿Estás segura que lo viste entrar ahí y no le viste salir? Le dije que estaba segura y que los otros chicos también lo habían visto y podían confirmarlo, además - ¿por qué se iría sin su saxofón? - repliqué. Los policías también nos preguntaron a todos los chicos por separado lo que había pasado, confirmamos nuestra historia. Uno de los policías entonces hizo una llamada por radio, no entendí lo que dijo porque habló en clave. Mas tarde llegó otra patrulla de la que bajaron otros dos policías con una cuerda y un perro enorme. Me pidieron el sax, el perro lo olfateo y lo soltaron, el perro saltó al hueco, a diferencia de cuando saltó Daren, se veía movimiento en la parte alta de la maleza, estuvo un rato allí dentro, desplegaron una rampa que el perro usó para salir. La policía le explicó a mis padres que si hubiera alguien ahí abajo el perro se hubiese quedado allí ladrando donde lo encontrase, estaba entrenado para eso, aseguraron que allí adentro no había nadie. - Lo mas probable es que el muchacho les haya querido jugar una broma a los chiquillos -, concluyó uno de ellos.
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